Resulta urgente que temas como la terapia y el apoyo al desarrollo de niños se desarrollen más ampliamente. Si a finales de los años noventa, conceptos como hiperactividad o trastorno por déficit de atención (TDA) eran prácticamente desconocidos incluso entre los especialistas, hoy, estos términos están desde hace tiempo en boca de todos. Pero incluso entre estos especialistas, puede detectarse una cierta desorientación y desaliento, al constatarse que los viejos conceptos terapéuticos hace ya tiempo que no funcionan. La consecuencia de ello es que a los niños se les prescribe con cada vez mayor frecuencia fármacos como por ejemplo Ritalin, el cual es realmente un “veneno para los nervios“.
¿Qué cómo es posible todo esto?, ¿han fracasado padres y educadores? ¿han agotado sus recursos los terapeutas? La respuesta es muy simple: los niños han cambiado muchísimo en los últimos años. También ellos se ven afectados por la gran transformación que se percibe en todos los niveles de nuestra cultura y de nuestra sociedad. Los cambios que nuestro tiempo nos trae con él son ya tan evidentes que han llegado a ser incluso reconocidos por algunos sectores de la ciencia, tales como la medicina, la sociología o la filosofía. Así, por ejemplo, la socióloga americana Barbara Marx Hubbard asocia en sus estudios el pensamiento científico a los conocimientos espirituales.
Barbara Marx Hubbard escribe que somos la primera y única generación de la historia de la humanidad que está experimentando el nacimiento de algo nuevo y desconocido. Junto a nosotros, muchas almas, las cuales se personificarán en estos años y siglos, podrán también asistir al “nacimiento de la persona universal”. Se trata de esas almas despiertas –también denominadas almas magistrales- que ya tienen tras de sí una parte importante de su proceso de evolución y que caminan hacia la finalización de éste.
La persona universal está unida a través de su corazón a la totalidad de la vida. Se siente llamada a poner sus capacidades al servicio del desarrollo positivo del mundo y de la humanidad, a la vez que anda su propio camino individual, para tomar parte así, en el gran proceso de transformación y creación. Barbara Max Hubbard llega a hablar en relación con esto de “la aparición de una nueva persona”.
También en el campo de la terapia y apoyo al desarrollo de niños resulta urgente un desarrollo mayor de los conceptos y contenidos válidos hasta ahora. La terapia infantil clásica se fundamenta principalmente en la terapia conversacional. El diagnóstico parte fundamentalmente de las preguntas y conversaciones, las cuales se centran en el reconocer, comprender, recordar e indicar problemas. Además de con las conversaciones, a menudo se trabaja también con el desempeño de roles, aunque la terapia se centra casi exclusivamente en el nivel mental. Por ello, y a consecuencia del diagnóstico de diversas situaciones que se repiten, no es extraño que la perspectiva sobre la que se elabora el diagnóstico acuse la falta de importantes componentes y que muchas “suposiciones” se introduzcan clandestinamente en las valoraciones. Con ello, la calidad de los diagnósticos depende ampliamente de la capacidad mental de percepción y observación de los terapeutas, no pudiendo descartarse que la propia intuición de éstos acabe influyéndolos de forma importante.
La forma de terapia se basa a su vez únicamente, en una conversación o en un juego. Si el terapeuta no avanza con el niño o si no se alcanzan los resultados necesarios, el niño es remitido a otros terapeutas o psicólogos y comienza de nuevo el proceso desde el principio: preguntas, conversaciones, desempeño de roles, observación, interpretación, etc. Los niños o jóvenes etiquetados como “difícilmente educables“, que no responden a las terapias clásicas, a menudo acaban siendo tratados por psiquiatras infantiles o juveniles.
La terapia infantil alternativa surgió como respuesta al estancamiento en el que estaba sumida la terapia infantil clásica. Y a partir de algunos terapeutas infantiles alternativos surgieron luego nuevos grupos profesionales tales como los kinesiólogos, ergoterapeutas, terapeutas del movimiento, pedagogos terapéuticos, etc. Todos estos profesionales trabajan de un modo holístico, es decir, no solo en el nivel mental o a través del desempeño de roles, sino que integran cuerpo, mente y sentimientos en su trabajo. Con el tiempo, no obstante, también ellos han llegado a cierto grado de estancamiento, al haberse incrementado enormemente en los últimos tiempos el número de los denominados “niños problemáticos” y no funcionar ya los métodos utilizados hasta la fecha. Por otro lado, ni siquiera el enormemente elevado potencial de creatividad de los terapeutas alternativos, los cuales modifican y mejoran sus métodos continuamente para adaptarlos a las necesidades de los niños, consigue abarcar todos los aspectos de la existencia humana.
Por consiguiente, la terapia infantil espiritual se revela como el resultado de la consecuente evolución lógica de la terapia infantil alternativa. Y es que hasta la fecha no se había tomado en consideración que los niños –a consecuencia del profundo proceso de transformación, tal como lo describe también Barbara Marx Hubbard- albergan una conciencia espiritual, la cual debe de ser reconocida, apoyada y experimentada. Una espiritualidad que se expresa a través de una forma radicalmente nueva de las capacidades de percepción que conocíamos hasta ahora, como es por ejemplo la clarividencia y las capacidades adivinatorias, el recordar momentos vividos durante el embarazo o el parto, la capacidad de percepción medial de formas energéticas sutiles tales como aura y los chakras o la percepción de fallecidos o de seres de otras dimensiones tales como los ángeles.
Muchos niños tienen incluso la capacidad de penetrar en el campo morfogenético (conciencia de las masas) y de obtener así informaciones que no habían leído ni escuchado en ningún sitio. A muchos adultos, esto no solo les da miedo sino que a menudo se sienten abrumados ante estas características. Si a consecuencia de ello, estos “nuevos niños” no son tomados en cuenta ni son tratados de acuerdo con lo que en realidad son, aparecen lógicamente conflictos o comportamientos extraños.
En el apoyo a la percepción y al desarrollo, tal como se ha practicado hasta ahora, no hay comprensión ni conocimiento de las capacidades espirituales o de los especiales requerimientos de los “Niños de la Nueva Era”. Los propios terapeutas no han desarrollado estas capacidades o ni siquiera saben que ellos mismos son portadores de capacidades espirituales y necesitan por ello de herramientas espirituales que les ayuden a entender el lenguaje de los niños. Necesitan adaptar sus métodos –clásicos o alternativos- , utilizados hasta la fecha, con la ayuda de las herramientas espirituales al nivel que plantean estos nuevos niños.
Estas herramientas espirituales no solo ayudan al niño, sino también al terapeuta, apoyándole en su propio proceso de desarrollo y de encontrarse a sí mismo. La condición es que esté preparado para ello y se entregue a la tarea con el corazón.